¿Por qué los centros educativos deberían tener un huerto escolar?
Un huerto escolar es un terreno que puede tener distintas superficies destinada a la producción de hortalizas, verduras, plantas medicinales, aromáticas y frutales. Dentro de las instituciones educativas los huertos propician espacios de múltiples actividades y aprendizajes que promueven una mejora en la calidad de vida para todos los involucrados, ya que contribuye a mejorar la salud física, mental y emocional.
La inclusión de estos espacios en el proyecto educativo de los centros escolares contribuye a mejorar los hábitos alimenticios y promueve la consciencia en el estudiantado y en toda la comunidad educativa sobre la importancia de obtener una alimentación equilibrada, conociendo los valores nutricionales y las bondades con las que cuentan los alimentos para que puedan elegir conscientemente lo que consumen.
No obstante, un proyecto de esta índole representa un desafío importante a nivel institucional, que implica armonizar aspectos administrativos, de organización, planificación y logística. Además, requiere que las personas involucradas tengan claros los objetivos que se pretenden alcanzar.
Esta entrada, procedente de los recursos generados a través del proyecto “Mejora del rendimiento académico y la calidad de vida de menores vulnerables de Guatemala” (apoyado por la cooperación andaluza – AACID), está dedicada a poner en valor los beneficios de la puesta en funcionamiento de un huerto escolar, así como facilitar algunos aprendizajes y consejos prácticos a aquellas personas e instituciones que tengan la iniciativa de enriquecer la experiencia educativa con tan ilusionante proyecto.
El huerto escolar como recurso de aprendizaje experiencial y educación en valores
La importancia del huerto escolar se fundamenta en que es un lugar donde se realizan experiencias educativas, pero no solo sobre el crecimiento de las plantas que servirán de alimento, sino las experiencias múltiples ligadas a la enseñanza y aprendizaje que se desarrolla en la educación diaria.
Como recurso pedagógico, un proyecto de huerto escolar permite al profesorado utilizar este espacio como un escenario de aprendizaje significativo, crítico y propositivo para sus estudiantes, puesto que es un ambiente que facilita recursos para “aprender haciendo”, fáciles de adaptar y trabajar en las diferentes asignaturas y contenidos curriculares.
Desde la práctica, al alumnado fortalece competencias educativas de forma organizada y participativa, atendiendo el proceso: la construcción del huerto, el mejoramiento del suelo, conociendo y observando los ciclos de las plantas, de los elementos que integran el huerto y de las etapas para su mantenimiento. Se promueve el conocimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, además de mejorar el clima escolar creando un espacio de convivencia fortaleciendo los valores de solidaridad, sostenibilidad y ciudadanía global.
Un proyecto escolar sostenible y participativo
Uno de los mayores retos dentro de este tipo de proyectos es trascender en el tiempo, perseverar y mantener el alcance de los beneficios a largo plazo de una forma continua y sostenible. Lograr que una propuesta sobreviva con la misma visión y objetivos con la cual fue concebida no resulta una tarea fácil.
La actitud colaborativa y de trabajo en equipo favorece la motivación necesaria para conservar el compromiso y la continuidad en el mantenimiento de los huertos. Para ello, un factor esencial es que el huerto se plantee como un aula abierta, en la que toda la comunidad contribuya y se vea beneficiada, siendo entonces un proyecto integrador que promueve la participación de toda la comunidad educativa y se vuelve un escenario que permite enfocar estrategias que apunten a la vinculación de la familia y la comunidad en general en la construcción del conocimiento por medio del diálogo respetuoso, el cuidado del medio ambiente y el mejoramiento de la seguridad alimentaria.
Elementos clave para el éxito de un proyecto de huerto escolar
Como punto de partida, podríamos apuntar que el éxito de un huerto escolar depende de saber cómo motivar a los niños y las niñas, además de conocer las técnicas básicas de cultivo. Por ello, en caso necesario, resulta recomendable contar con apoyo técnico que realice un acompañamiento más estructurado para afianzar el conocimiento adquirido de la experiencia y mejorar las acciones llevadas a cabo.
A continuación, se presentan algunas consideraciones relevantes a tener en cuenta:
1. Planifica bien el proyecto: la comunicación es clave
Este es uno de los momentos más importantes debido a que la planificación permitirá organizar, motivar y coordinar todas las acciones que lleven a un buen proyecto. De esta manera, se puede prever qué recursos serán necesarios (sustrato, herramientas, semillas, agua para riego, etc.), cuáles se tienen disponibles y cuáles deben adquirirse.
En la planificación hay que tomar en cuenta que una buena comunicación es clave. Es conveniente presentar el proyecto de huertos escolares a los docentes y a padres de familia del centro educativo.
2. Diseña un huerto práctico y eficiente
Selección del espacio: Los elementos básicos para asignar un área de cultivo son la luz, el suelo y el agua. Así, para asegurar que el huerto reciba los rayos del sol durante la mañana es importante que se encuentre en orientación norte o este, preferentemente sin árboles o paredes que hagan sombra, al menos durante 4 horas. Por otro lado, es indispensable que el sustrato que se utilizará para el cultivo sea muy rico en nutrientes, retenga humedad, que no se compacte y que tenga buen drenaje. En caso de suelos pobres o si no se quiere remover el suelo existente, se recomienda el uso de bancales elevados. En cuanto al riego, es preferible el acceso directo a una fuente de agua, o indirecto, pero práctico.
Método de cultivo: Con el propósito de optimizar el espacio y propiciar cultivos variados, se propone utilizar el método “pie cuadrado” (aprox. 0.30×0.30m), en el que se siembra la cantidad máxima de plantas en el espacio mínimo requerido para cada una de ellas, asociadas entre sí de forma que se beneficien por el consumo diferente de nutrientes del suelo, necesidad de luz y/o para el control de plagas.
Asociación y rotación de cultivos: Una vez se ha asignado el área cultivo, se debe establecer qué, cuánto y cuándo se va a sembrar, para así organizar las actividades que se llevan a cabo alrededor de la siembra. Cuando se diseña el huerto, deben tomarse en cuenta las asociaciones benéficas que se dan entre las diferentes plantas, ya sea por diferencia en sus requerimientos de nutrientes del suelo, por la mayor o menor cantidad de espacio que requieren para su desarrollo y/o porque algunas repelen plagas que dañan a otras. Un buen ejemplo de aprovechamiento de nutrientes sería plantar en cada cuadrante una hortaliza de hoja (absorbe nitrógeno de la tierra) con una de raíz (absorbe potasio) y con una de fruto (absorbe fósforo); si además se incluye alguna flor, mucho mejor. En este sentido, es muy recomendable tomar en cuenta la experiencia de agricultores locales y consultar con ellos. También es necesaria la rotación de cultivos, principalmente para prevenir el agotamiento de los nutrientes del suelo y prevenir enfermedades y plagas que hayan surgido en los cultivos. Como norma general, de una temporada a otra no debe sembrarse la misma planta o plantas de la misma familia en la misma área de cultivo.
Consejo: Haz un diario del huerto
Conviene hacer un boceto de nuestro huerto y de dónde tenemos plantado cada cultivo.
Esto facilitará la tarea de la rotación de cultivos para el próximo año. Incluye las tareas de mantenimiento e incluso una lista con las plagas que nos afectaron y qué tratamientos funcionaron bien y los que no.
Así la próxima vez ya sabemos cómo actuar.
3. Organiza las actividades del huerto
El establecimiento y mantenimiento de un huerto requiere la organización de los docentes responsables para coordinar los diferentes momentos del proceso. Dado el carácter comunitario de un huerto escolar, es recomendable que las diferentes actividades se distribuyan en pequeños grupos.
Una vez se han realizado las labores de limpieza, preparación de sustrato y construcción de área de cultivo, llegaría el momento de la siembra. Aquí conviene tomar en cuenta la estación para siembra y el tiempo que toma la semilla en crecer.
En relación al mantenimiento del huerto, aquí se reflejan algunas prácticas recomendables:
Acolchado de suelo: El acolchado es una capa de 5 a 10 centímetros de materia orgánica (como la paja, viruta y hojas) que se utiliza para proteger la superficie del sustrato que queda expuesto en los cultivos. Evita la evaporación del agua, conservando la humedad y temperatura del suelo. Además, previene la degradación de la estructura del suelo y la proliferación de «maleza».
Riego constante: Es importante controlar todos los días la humedad de los bancales o camas de cultivo, siendo la forma más práctica la observación y tocar la tierra. La frecuencia de riego dependerá del requerimiento del cultivo, el tamaño de la cama de cultivo y la época del año.
Abono de compostaje: Se puede complementar el proyecto de huerto escolar con la implementación de un sistema de compostaje para la generación de abono biológico a partir de residuos orgánicos generados en los propios centros escolares. El tiempo de compostaje puede variar entre 2 y 6 meses.
Control de plagas: La aparición de plagas debe gestionarse con métodos físicos y aplicando sustancias orgánicas. Pero es posible prevenir. Para ello lo más importante es la asociación de cultivos hortalizas-aromáticas-plantas con flor, además de la constante observación y la toma de decisiones en cuanto a lo que se puede o no plantar por las condiciones climáticas.
Cosecha: La cosecha implica la recolección de los frutos, hojas y/o raíces de los cultivos en el huerto. Las hojas deben estar frescas y tiernas; además pueden aprovecharse sin cortar la planta completa y así potenciar su aprovechamiento. Para la recogida de frutos es recomendable esperar a que maduren en la planta y consumirlos lo más frescos posible o conservarlos de forma adecuada para guardarlos. En cuanto a las raíces, en general, cuando las hojas de la planta (que es lo que vemos) cambian de color, amarillo o café, pueden cosecharse.
El plan de formación, un buen punto de partida
El huerto escolar es una oportunidad para aprender en comunidad, pero también es un reto para enseñar. Ciertamente es poco habitual que el personal de los centros escolares cuente con el conocimiento completo necesario para la puesta en marcha y gestión de un proyecto de huerto escolar. Por ello, es recomendable que el proyecto integre el desarrollo de los temas expuestos en un plan de formación a docentes. La experiencia puede verse favorecida si se planifican y desarrollan contenidos curriculares específicos que faciliten la conexión del huerto con materias transversales.
Esto se ha demostrado en los once centros de Fe y Alegría Guatemala en donde se afianzaron lazos de trabajo colaborativo y en equipo entre los actores involucrados en la actividad. En relación a este proyecto dirigido a la mejora del rendimiento académico de menores, la Fundación ETEA, con el apoyo de personal docente e investigador de la Universidad Loyola, ofrece una guía práctica para centros escolares que recoge la metodología de la puesta en funcionamiento de un programa integral de estimulación cognitiva y emocional, el desarrollo de huertos escolares y el fortalecimiento de la docencia a distancia.